La  implementación de las recientes medidas cambiarias recupera la soberanía estatal  sobre el mercado de divisas, sin restringir normativamente las operaciones, pero  controlando el origen lícito de los fondos. La primera medida que se ha tomado  está vinculada con la obligación para las hidrocarburíferas y mineras de  liquidar el ciento por ciento de las divisas de sus exportaciones, una excepción  injustificable que se originó en los noventa; ésta es una medida que hace rato  venimos reclamando.
En 1991, por  un decreto de Carlos Menem y Domingo Cavallo, se estableció que las petroleras  estaban obligadas a liquidar en el país al menos el treinta por ciento de los  dólares provenientes de sus exportaciones, es decir, podían dejar en el exterior  el setenta por ciento de las divisas obtenidas por la exportación. En el caso de  las mineras no tenían obligación de liquidar monto alguno, y podían dejar el  ciento por ciento de las divisas afuera.
El decreto  1.772, firmado por Cristina Fernández de Kirchner, vuelve a instalar la  obligatoriedad de la liquidación de divisas para todas las exportaciones,  establecida en el decreto 2.581 del 10 de abril de 1964, firmado por el entonces  presidente Arturo Illia, y se fundamenta en “razones de equidad, habiéndose  modificado las circunstancias que dieran origen a las excepciones  aludidas”.
Podría  pensarse que la circunstancia que determinó la exención fueron las ideas del  Consenso de Washington y la férrea adscripción del gobierno de Menem al  neoliberalismo, que instaló un “pacto de estabilidad fiscal” a las mineras a  través de la ley 24.196, de mayo de 1993, por el cual el gobierno no puede  cambiar las condiciones originales pactadas en los contratos. De todas formas,  hubo un interregno a partir de diciembre de 2001, cuando estuvieron obligados a  liquidar las divisas -hasta febrero de 2003- cuando Eduardo Duhalde volvió a  instalar la normativa de 1991 por medio de un decreto de necesidad y urgencia  (DNU).
Hay que  destacar que, en los últimos años, el sector petrolero y minero, en conjunto,  liquidaron entre el setenta y el ochenta por ciento de sus exportaciones, y  puede calcularse que, de haber liquidado la totalidad de ellas, habrían  ingresado en el último año en las Reservas Internacionales cerca de tres mil  millones de dólares más, un monto significativo. Pero analizando estos datos, no  aparece la medida como una mera decisión para obtener más reservas, sino para  subsanar una excepción injustificable que poseían dos actividades extractivas,  en especial la minera.
El decreto  corrige una inequidad, ya que no existían razones para un tratamiento  diferencial respecto de las otras exportaciones, cuando, precisamente, son  exportaciones mucho más valiosas porque indican la pérdida por ventas al  exterior de recursos naturales no renovables, y cuya actividad, además, produce  un deterioro ambiental muy fuerte.
Sin embargo,  estas empresas están gozando de ganancias excepcionales, derivadas del fuerte  aumento de los precios de esas materias primas en el exterior, en especial del  oro, y no resulta coherente que esos resultados excepcionales sean usufructuados  por un sector determinado de la sociedad, que para obtener los mismos no generó  mayores inversiones, sino que derivan de una situación externa a las condiciones  de las explotaciones.
Si esta lógica  se aplicó correctamente para instalar las retenciones a granos y oleaginosas,  con mayor razón debería extenderse a estos sectores injustamente beneficiados.  Incluso, quedan por rever muchos otros beneficios de los que aún gozan las  actividades hidrocarburíferas y mineras.
Las restantes  políticas adoptadas determinan que deberán también entrar en el mercado local  las divisas provenientes de las operaciones de venta de empresas argentinas a  extranjeros. Además, según una resolución de la Superintendencia de Seguros,  las aseguradoras tendrán que transferir la totalidad de sus inversiones y  disponibilidades que poseen en el exterior a nuestro país, en un lapso de  cincuenta días.
Las  posteriores medidas sobre el mercado cambiario se orientaron a transparentar las  operaciones, y verificar su origen genuino, evitando que compras de dólares en  el mercado oficial abastezcan el mercado negro, así como los grandes operadores  en el mercado de contado con liquidación, un mecanismo de salida legal de  capitales, deberán justificar la liquidez suficiente para realizar las  operaciones.
La  AFIP, conjuntamente con el Banco  Central, implementó un aplicativo para garantizar que las divisas que se compran  sean adquiridas con fondos provenientes de ahorros producto de ingresos  lícitamente obtenidos. El aplicativo fue implementado en tiempo récord y, si  bien en los primeros días tuvo algunos inconvenientes, en la actualidad un alto  porcentaje de las operaciones se validan y ya se están actualizando las páginas  de Internet de banca electrónica para reanudar las operaciones de compra y venta  de dólares.
El mercado  cambiario se ha ido aquietando a medida que desaparecieron las operaciones  especulativas, y el monto de transacciones diarias ha bajado  significativamente.
Estas medidas  tuvieron un impacto indirecto sobre los depósitos en dólares, los cuales, luego  de haber crecido más de tres mil millones de dólares durante este año,  comenzaron a reducirse acotadamente a partir del 31 de octubre; según los datos  oficiales, en las dos semanas posteriores a las medidas los depósitos en dólares  del sector privado se redujeron en U$S 1.690 millones, un once por ciento del  total, y se calcula que en los días siguientes los retiros comenzarán a  disminuir.
Si bien  resulta redundante comentar que la situación actual es totalmente distinta a la  de los años noventa, conviene remarcar que hoy hay depósitos en dólares del  sector privado por trece mil millones de dólares, mientras que las Reservas  Internacionales del BCRA fluctúan en los 46 mil millones de  dólares.
Esta  dolarización de portafolios ha tenido un efecto preocupante, que ha sido el  aumento de las tasas de interés pasivas, pagadas por los depósitos, suba que ha  sido influida por una decisión de la Anses de no renovar los fondos que  tenía invertidos en los bancos privados, medida que recientemente ha revertido.  El fuerte incremento en las tasas de interés pasivas se trasladó a las tasas  activas, aplicadas a los préstamos, lo que deriva en mayores costos financieros  para las empresas y las familias.
Creo que el  próximo paso es ir trabajando en la reducción de las tasas de interés, para  evitar estos niveles exageradamente altos que se han instalado, de forma que el  impacto sobre las tasas activas sea menor. La no convalidación de altas tasas de  interés sobre los grandes depósitos por parte de los bancos privados más  importantes, ayudaría a la reducción de las tasas.
Otra decisión  relevante es la reasignación de los subsidios al agua, gas y electricidad; se ha  comenzado por quitar el ciento por ciento de los subsidios a sectores y grandes  empresas con ingente rentabilidad, así como a usuarios domiciliarios de alta  renta.
De las medidas  tomadas sobre los subsidios pueden resaltarse cuatro cuestiones  positivas:
Uno: Se continúa quitando los  subsidios a las grandes empresas de sectores de altas  ganancias.
Dos: se ha excluido a las pymes de la  quita de subsidios, como veníamos proponiendo desde nuestro espacio político,  reconociendo su menor capacidad contributiva y el aporte al empleo que  realizan.
Tres: Los usuarios domiciliarios deben  explicar que necesitan subsidios. Así, el subsidio se personaliza, y es una  forma mucho más eficiente de otorgarlos. Sin duda va a ser un cambio grande, las  erogaciones por los servicios se incrementarán para muchos, pero hay que tener  en cuenta que durante muchos años se han pagado precios extremadamente bajos por  el agua, la luz y el gas.
Cuatro: Hay que subsidiar más  inteligentemente y abaratar significativamente el consumo de garrafas de gas,  que es un consumo principal para las personas de menores  ingresos.
No obstante  estas cualidades, debe avanzarse cuidadosamente en la reasignación de los  subsidios y en la implementación de los mismos, para que el proceso se realice  en forma eficiente.
Los  nostálgicos de los noventa se han puesto contentos por la reasignación de  subsidios y por lo que denominan un “ajuste” al mejor estilo del que se aplica  en Europa actualmente. Nada más alejado de la realidad, ya que esta  reestructuración de subsidios persigue una reducción para hacer más eficientes  los mismos, de forma tal de utilizar los recursos liberados para el  fortalecimiento de otras políticas de fomento.
Estamos ante  un gobierno con un fuerte apoyo electoral, y sabemos que es el mejor momento  para tomar medidas profundas, de cambios importantes. Esperamos, tal como se  prometió y hasta el momento se viene cumpliendo, que todas estas medidas ayuden  a profundizar el modelo de crecimiento con una mejor distribución del  ingreso.
Esta nota fue  publicada en la Revista  Debate el 25.11.2011