Esta es parte de un informe que me publicaron en El Diario de Paraná, el lunes 4 de septiembre de 1995, pág 11 de Inf Gral:
La desocupación no es un problema de números
(historias reales y nada extraordinarias)
Desde hace algunos meses la abstracción “desocupación” es vedette en los discursos con que nos bombardean los medios de comunicación; y digo abstracción, porque es citada diariamente como cifras estadísticas por las cuales hay que preocuparse, siendo esto más fácil que ocuparse. Nuestro Presidente ha dicho alegremente: “En Argentina no trabaja el que no quiere”, idea que parece haberse instalado en el imaginario colectivo de una parte de la sociedad y a la que convendría recordarle lo que un desocupado significa.
Un desocupado es, ante todo, un ser humano. Una persona que tiene una familia, un hogar, una forma de vida construída a lo largo de varios años, la angustia de haber sido y el dolor de ya no ser. Es mirar el espejo y no ver nada reflejado; es despertarse a mitad de la noche por la pesadilla del hambre de los hijos; es la pérdida de confianza en uno mismo y en días grises que se van volviendo cada vez más oscuros.
_Te presento a un amigo arquitecto, Carlos. Ella es Ana Laura, Ana, el es Carlos.
_Y sí, loco. Ahora que conseguí laburo voy a poder independizarme y casarme.
Los psicólogos dicen que el trabajo es la manera en la cual el ser humano se realiza, adquiere autonomía real en la sociedad. Los historiadores advierten que el trabajo en la antigüedad constituía un deshonor y una carga, casi una más de las marcas surgidas del Pecado: “a partir de ahora (el Pecado) te ganarás el pan con el sudor de tu frente”, mientras que hoy la situación se ha invertido.
- · “Con mi ex marido habíamos construído una empresita que nos dejaba $2500 limpios por mes. Como él la usaba de pretexto para no darme el divorcio, ofrecí cedérsela con la única condición de que me pagara un alquiler de $350 hasta que yo consiguiera trabajo. Había empezado la facultad por la tarde y esperaba conseguir un empleo en alguna empresa de publicidad, que era el rubro que más me gustaba. Me tenía toda la fe y quería comerme el Mundo, entonces acepté un puesto de vendedora a comisión, lo que me permitía seguir con la carrera que es mi pasión. La Empresa era excelente, pero por eso mismo tuve que dejarla: solamente tomaban trabajos grandes, y los pocos clientes de la zona que podían pagar semejantes presupuestos se contactaban directamente con los dueños. Por la misma razón nunca se ocuparon –pese a mis reclamos- de confeccionar una carpeta con videos y trabajos para salir a vender en otros lugares. Sin embargho, tardé en resignarme: caminé todas las calles de la ciudad y llamé a todos mis anteriores clientes, pero como no tenía material para mostrarles tenía que ‘seducirlos’ para que se acerquen hasta el estudio para que puedan apreciar la calidad de la firma. Al tiempo mi ex me dijo que le estaba yendo mal economicamente y que no podía seguir pagándome el alquiler. Algunos amigos me ofrecieron ayuda, pero me dí cuenta de que no podía seguir así. Empecé a buscar empleo como sercretaria o en algún banco, ya que experiencia como administrativa no me faltaba y hasta tenía un título terciario de “Técnico en Comercio Exterior y Administración Bancaria”. Esto fue justo en la época en que los bancos empezaban a ser sobrevolados por el fantasma de las reestructuraciones, y ni siquiera los gerentes sabían quién iba a quedar luego de las mismaas. Llegó el momento en que casi me había olvidado lo que era una cena, ó un almuerzo; durante 3 meses casi lo único que ingerí fue mate solo ó con bizcochitos. Me llegaron a proponer sexo y ocho horas de trabajo por $250 al mes, me dijeron que mis 28 años eran demasiado para el puesto de secretaria, me cansé de leer el diario pidiendo “promotoras a comisión”, pero al final conseguí un contrato a prueba por tres meses, en una oficina que había montado un banco del norte para financiar la compra de líneas telefónicas. En el contrato decía que iba a trabajar 10 horas diarias y que el sueldo era de $430. Lo firmé porque estaba desesperada por la falta de trabajo. Me estaba volviendo loca con la inactividad. Me daba muchísima vergüenza contarle a la gente que estaba sin empleo. Resultó que todos los días había trabajo atrasado y terminábamos haciendo 15 horas por jornada, con 30 minutos para almorzar; el primer sueldo lo pagaron el 15 del mes siguiente, y con unos descuentos que no sé de dónde salieron lo dejaron en $380. El segundo sueldo llegó al mes y medio del primero, y diez días antes del telegrama de despido. ¿Qué querías que hiciera? Protestar ó decir algo durante esos 3 meses hubiera sido quedarme en la calle de nuevo automaticamente, es más, todavía me deben el 50% del último recibo. Un mes mas tarde mi viejo perdió el laburo y me tuve que volver a su casa, no sin antes firmar un documento al dueño del departamento por el mes y medio que le quedé a deber”
- · “Hace alrededor de 6 meses que empezamos a notarla rara a Mamá. Estaba continuamente nerviosa y a veces gritaba sin ninguna razón. Al principio no entendíamos nada, pero un día la agarramos entre todos y le preguntamos. Nos contó que tenía miedo de que la despidieran del banco. Si bien no le habían dicho nada oficialmente, se sabía que cuando se efectivizara la compra del VER iban a despedir a muchos empleados. Su mayor temor pasaba porque iban a quedar muchos bancarios en la calle, y eso iba a dificultar la búsqueda de empleo. Encima, el sueldo de papá no alcanza para nada y somos cuatro hermanos. Yo tengo diecisiete y soy la mayor, así que mucho no podía ayudar. Al final nos contagiamos todos, había un clima de tensión insoportable que hacía imposible charlar de nada. Gracias a Dios, hace una semana se solucionó todo. Mamá tuvo una reunión con los directivos del Coopertivo en la cual le ofrecieron asegurarle el puesto a cambio de una rebaja en el sueldo. Cobrará menos, pero por lo menos no se queda sin trabajo.”
- .....
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