jueves, 24 de febrero de 2011

24 de Febrero




   Nos han robado la Argentina. Nos han mentido tanto. Hoy sabemos que Solano López en Paraguay no andaba errado cuando apostó a un país verticalmente industrializado, con desarrollo de una industria autónoma, con educación pública masiva, pero ¡ay! la Historia recuerda la infamia superficialmente, como un logro de nuestras Fuerzas Armadas contra un "Proto Chavez" enemigo de la Libertad. El bombardeo de la Plaza de Mayo del '55 tampoco se enseñó en las escuelas, ni la digna rebelión de los Hermanos Kennedy en los pagos entrerrianos de La Paz. En el baúl de los recuerdos borrados se amontonan las historias acerca de Artigas, de López Jordán, la campaña de exterminio de pueblos originarios pero también de las poblaciones criollas de San Juan, la de Entre Rios misma, la Patagonia Rebelde... Nos han robado la memoria, intentando convertir a todos los que aspiran a un país mejor en desubicados, en extraños a la tradición nacional. Pero nuestro país siempre tuvo defensores, y las clases populares siempre buscaron que su voz fuera escuchada y sus derechos respetados.
   En 1946 la Embajada de Estados Unidos participaba abiertamente de las elecciones presidenciales, junto al PC dependiente de la Rusia Soviética, de la mano de la SRA, el Partido Socialista y la UIA. 
   Eran otros tiempos: los peones rurales tenían menos derechos que los toros de raza, los hijos "bastardos" no tenían derechos, las mujeres eran seres de "segunda" porque sus derechos civiles eran reducidos frente a los de los hombres, los movimientos obreros eran conducidos dentro de los carriles normales y el conflicto no se solucionaba mediante paritarias y convenciones si no mediante pólvora y palos.
   La Union Democrática decía venir a defender la Libertad, las Instituciones, la Verdad, frente al Fuhrer Criollo. Hoy recordamos éso. El pueblo organizado canceló la mentira con la fuerza de los votos. Hoy podemos intuir lo que sintieron, hoy podemos empezar a entender la alegría con la que marchaban y el amor que sintieron por un líder al que muchas veces no vieron ni siquiera por TV. Porque ese hombre supo (con errores y contradicciones) construír algo que fue imposible borrar, que marcó una huella a seguir para no sentir que todo era tan extraño, experimental y utópico. Nos legó la consciencia de que nunca más se podían pensar proyectos de país que excluyeran a las masas sin hermanarlos con políticas de represión, violencia y negación antimemoria.
   Hoy este argentino ex-independiente, nieto de inmigrantes y descendiente de no peronistas siente que algo está cambiando, y por eso dice orgulloso:
¡Viva Perón, Viva Kirchner! ¡Gracias por la alegría!

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